Un viernes como cualquier otro, en el estante de películas
infantiles, entre Capitan N y Los Ositos Cariñositos encontré una joya titulada
“Casi Humano” (Not Quite Human en inglés). Es una película que pasó desapercibida
ya que fue producida para Disney Channel a finales de los ochentas y que solo
aquellos que veíamos la televisión abierta llegamos a ver repetida con bastante
frecuencia en Canal 5. La película en cuestión narra cómo el doctor Carson crea
un androide que fácilmente se puede confundir con un humano de carne y hueso al
cual llama Chip y lo hace pasar como hermano mayor de Becky, su hija. En el
filme vemos cómo Chip se desenvuelve en el campo de batalla más temible del
mundo moderno, y busca salir ileso del mismo: La preparatoria, al mismo tiempo
debe aprender a convivir con los seres humanos; y por si fuera poco, es
perseguido por Gordon Vogel el antiguo jefe de su “papá”. Este despreciable
sujeto, porque así lo marcan los estándares de la época en lo que a villanos se
refiere, por azares del destino y porque el argumento así lo exige, descubrió
que Chip es un androide y busca capturarlo para su beneficio personal.
Durante la hora y media que dura la película vemos a nuestro
protagonista envuelto en situaciones hilarantes, o al menos así me parecían a
mis 10 años, provocadas por esa interpretación literal de las cosas, por esa
necesidad de aprender sobre el comportamiento humano, y esa evidente falta de
entendimiento de las relaciones sociales. Chip enamora a una chica sin darse
cuenta, se hace enemigo del chico malo de la preparatoria, se hace amigo del
nerd, y la relación con Becky florece y se fortalece a tal grado que ella
aprende a quererlo como el hermano que nunca tuvo. Al final, como buena
película de la época, triunfa el bien sin antes hacernos creer que todo está
perdido y que nuestro androide adolescente habrá de tener un fatal desenlace.
Nuestro héroe artificial y su familia se libran del villano en turno y su torpe
ayudante. Éstos no sufren consecuencia alguna, y terminan por huir. Esta
singular familia refuerza sus lazos y terminan más unidos que al principio,
felices de estar juntos y con una lección aprendida, no sé cuál, pero aprendida
a fin de cuentas tal y como lo dictaban los cánones de la época.
La película se basa en una serie de libros escritos por Seth McEvoy y tuvo dos secuelas
más donde vemos a Chip asistiendo a la universidad, haciéndose más humano cada
vez hasta el punto de enamorarse y e incluso viéndose en la imperiosa necesidad
de salvar a su padre. Ambas secuelas nos muestran a un protagonista que actúa
de manera bastante acartonada para enfatizar su “artificialidad” y que sea
creíble que es un androide. Los efectos visuales mejoraron respecto a la primer
película, la primicia sigue siendo la misma. A pesar de ser un tanto repetitiva
esta trilogía emitida en la televisión estadounidense de finales de los ochenta
y principios de los noventa, carga una gran dosis de nostalgia que nos hará
recordar épocas sin tantas obligaciones más que el hacer la tarea, estudiar,
comer tres veces al día, alimentarnos bien, obedecer a nuestros mayores y estar
pendientes a la televisión para pescar la serie animada favorita en turno. Si
ya la vieron, no pierdan la oportunidad de refrescar la memoria. Si no la han
visto, véanla para que se rían un rato y recuerden una vez más cuando éramos
niños y nuestros gustos y nuestra visión del mundo eran más simples.
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