Allá por aquellos años aciagos de mi juventud, cuando aún
utilizaba el transporte público para desplazarme en mi querida ciudad- rancho y
disfrutaba de las cosas simples de la vida: Ver videos musicales en MTV con un VHS listo para poder grabarlos, las películas nocturnas del Golden
Choice, los video juegos (aunque fuera malísimo) historietas a seis pesos, libros
a 100, cervezas frías luego de jugar
fútbol con los compañeros de la preparatoria y sobre todo las series de anime
que salían en la televisión abierta. Por aquellos años y sin mucha publicidad, alrededor de las cinco de la tarde, fue emitido por primera vez
Slam Dunk. Un spokon cuya característica especial era ese enfoque realista que
Takehiko Inoue le quiso dar en el manga que fue publicado por la mundialmente
conocida Weekly Shonen Jump, y cuya adaptación al anime corrió a cargo del
titán de la industria: Toei.
Esta genial obra tiene de todo: Romance, comedia, drama,
peleas, básquetbol y un intro bastante pegajoso y emocional. Nuestro protagonista
es el pandillero desafortunado en el amor Hanamichi Sakuragi, un pelirrojo
rebelde, bastante fuerte e implacable a la hora de pelear. Nuestro peculiar
héroe tiene la distinción de haber sido rechazado 50 veces en la secundaria,
busca empezar la preparatoria rompiendo esa racha. Está de más decir que no lo
logra, la última en rechazarlo menciona que le gusta el capitán del equipo de básquetbol
de su escuela, cosa que hace enojar a nuestro violento pelirrojo y jura noquear
a cualquiera que hable sobre ese estúpido deporte palabras más, palabras menos.
“¿Te gusta el básquetbol?” Le pregunta Haruko Akagi. Dispuesto
a noquear al impertinente, Sakuragi gira sobre su propio eje, y ve a Haruko por
primera vez, enamorándose de ella de forma instantánea. Finge interés en el
deporte, alardea sobre sus logros y una serie de mal entendidos provoca una
breve enemistad con Haruko, y hace que termine antagonizando con la estrella de
secundaria Kaede Rukawa, un chico que, bajo circunstancias diferentes, podría
haber hecho mancuerna con el pandillero del corazón roto teniendo así nuestra
versión de la Golden Combi en el básquetbol. Se enemista con Takenori Akagi,
hermano de Haruko y capitán de Shohoku. Y de manera un tanto circunstancial y
un tanto provocada por las fanfarronerías de Sakuragi, termina enfrentándolo en
un partido 1 vs 1 en el cual si Akagi logra encestar diez veces gana, pero en
cambio si Hanamichi encesta tan solo una vez, se convertiría en el ganador.
Como cualquier buen spokon lo dicta, en el momento más complicado de la
historia, Sakuragi logra encestar por medio de una portentosa clavada, no sin
antes ridiculizar al capitán y así aumentar más el desdén que Akagi siente por
él. Las cosas con Haruko se aclaran. Sakuragi es feliz, intenta ser parte del
equipo de básquetbol pero debe lograr que el férreo capitán gorila confíe en ese
rebelde de los pelos rojos, cosa que el buen Sakuragi logra poco a poco.
Es así, como la saga del talentoso Sakuragi da comienzo. En
cada capítulo vemos la evolución de este peculiar fanfarrón que de a poco va
mejorando, explotando sus habilidades físicas y un verdadero talento nato para
los deportes que va moldeando su estilo de juego, no tanto así el carácter.
Nuevos jugadores se incorporan al equipo y nuevos rivales aparecen para
bloquear el camino de la Preparatoria Shohoku al nacional. En cada partido se
muestra qué tan importante es la evolución del genio del básquetbol y su
relación con el resto de sus compañeros y con el reverenciado profesor Anzai,
el entrenador. La animación de los partidos es bastante dinámica, como
corresponde a un anime sobre el deporte ráfaga. Los juegos, a pesar de ser
largos y abarcar varios capítulos no son fantasiosos, con encestes imposibles y
remontadas de último minuto, al contrario son muy realistas. Vemos cómo batalla
un novato en partidos contra jugadores más experimentados, vemos cómo un as del
básquetbol debe prepararse de manera constante para seguir en la competencia
contra los mejores del país, o cómo dos años de inactividad le pasa factura al
otrora jugador más valioso de la secundaria. Entre risas, dramas, amores no
correspondidos, peleas y una amenaza de deshacer el equipo de Shohoku es como
nuestro héroe y sus compañeros se abren paso hasta llegar al torneo nacional. Antes
de embarcarse en esa aventura como el segundo representante de su prefectura,
Shohoku juega un partido contra un combinado de estrellas. Ganan el juego, se
preparan para el torneo nacional y… sin fanfarria alguna, sin conclusión aparente,
el anime termina en este punto. Despedazando los corazones y las ilusiones de
miles de fanáticos que aún hoy en día, 24 años después de que el último
capítulo fue emitido en Japón, siguen pidiendo la animación del torneo
nacional. Cuentan las leyendas que Inoue se opuso a modificar su historia para
que en esta, al final viéramos campeón a Shohoku y es que de haberlo hecho le
habría quitado realismo. Habría sido bastante inverosímil para los estándares
del deporte de alto rendimiento que un equipo gane un torneo nacional cuando el
quintento titular lleva menos de un año jugando juntos. Inverosímil, más no
imposible pero no tan aleccionador como perder y ver las aspiraciones
personales trituradas, y desde los escombros resurgir. Shohoku, contrario a lo que se espera del
equipo, va avanzando en el torneo nacional, lo impredecible del actuar de
Sakuragi llama la atención de los espectadores y de uno que otro jugador. El destino
de Shohoku se cruza con el del mejor equipo del país, el invencible Sannoh. Como
Haruko le llegó a comentar a Akagi, Sakuragi se convirtió en pieza fundamental
del equipo y le da una dramática victoria a costa de una grave lesión en la
espalda. Sin Sakuragi, y agotados después de tan tremendo partido, son
elimindados en la siguiente ronda por Aiwa Gakuin. El manga nos da un final
abierto en el cual se vislumbra un ténue rayo de esperanza para el amor no
correspondido de Sakuragi, se ve cómo Rukawa y Hanamichi empiezan a jugar en
equipo y cómo Sakuragi se recupera gradualmente de su lesión, y termina con un
Sakuragi a punto de entrar a terapia con una voluntad y una convicción de acero
y así poder demostrar que sigue siendo un genio.
Slam Dunk es una historia bastante influyente que inspiró,
junto a la globalización de la NBA en los 90’s de la mano de Michael Jordan, a
varios chicos japoneses y sin duda a miles más alrededor del orbe a coger un
balón de básquetbol y practicar el deporte. Su historia sigue actual, es fácil
relacionarse tanto con los aspectos positivos como los negativos de cada uno de
los personajes, ganando adeptos en el proceso. Es fácil empatizar con Shohoku,
ese equipo mediocre por el cual nadie daba ni dos centavos y que partido tras
partido se gana el respeto de la audiencia y de sus oponentes, y que al final
los convierte en uno de los equipos a vencer en su prefectura. Es fácil
entender los motivos que tiene cada integrante del equipo, sus deseos y
aspiraciones. Los personajes secundarios están tan bien diseñados y tienen una
función específica que permite complementar la historia y avanzar la misma con
una fluidez natural. Es fácil simpatizar con Sakuragi y su falta de experiencia,
relacionarse con sus rechazos pero sobre todo inspirarse por su tenacidad y su
amor por el juego y hacerlos propios. Mientras muchos querían ser como Mike,
otros tantos en los noventas queríamos ser como Sakuragi y superarnos partido
tras partido, aprendiendo, evolucionando, ganando experiencia, pero eso sí, sin
que se nos rompa el corazón y mucho menos sin acumular 50 rechazos.
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