Recuerdo cuando estaba haciendo fila para que George R.R.
Martin me autografiara mi libro cuántas veces me repetía qué es lo que habría
de decirle, cómo necesitaba decir algo de impacto y no verme como un pelmazo en
frente de su ídolo, entre balbuceos logré decirle “usted inspiró esto” al
tiempo que me levantaba la manga derecha de mi camiseta y le mostré el tatuaje
compuesto del escudo de la casa Stark rodeado por la frase Valar Morghulis,
Valar Dohaeris, atravesado por Longclaw. Martin sonrió y me dijo “guau, estoy
impresionado” supongo que lo dijo por gentileza, pero ese pequeño intercambio,
el tomarme una foto con él y tener mi libro autografiado me hicieron sentir una
chica adolescente de quince años gritando fervientemente por esa estrella de pop con la que tiene un crush, y es que Martin se ha vuelto uno de mis autores favoritos.
La obra de Martin llegó a mis manos gracias a la primera temporada de Juego de Tronos, una serie que fue anunciada con bombo y platillo por HBO, me tocaron ver los avances de la serie en cápsulas emitidas entre series o películas en los canales importantes del emperador de la televisión de paga. Me llamó la atención y decidí darle una oportunidad a la serie. Al inicio, pensé que sería la típica serie de fantasía donde los buenos y los villanos se definen de manera clara… no podía estar más equivocado. Desde el principio la temática era todo menos familiar, desnudos, incesto y un niño cayendo desde las alturas de una torre. Al terminar el episodio me quedé sorprendido por todo lo que había visto y desde aquel momento todos los domingos se volvieron sagrados para mí pues eran domingos de Juego De Tronos. Mis sospechas de que esta serie era todo menos la típica serie fantástica se cristalizaron cuando Ned Stark el personaje principal (o por lo menos era lo que los créditos nos indicaban) murió decapitado. Al acercarse ese momento pensaba que el ejército del norte habría de entrar a todo galope a Desembarco Del Rey a salvarlo, habrían de levantarse en armas y de esa manera iniciar el conflicto principal. Oh, sweet summer child…
Ese sentimiento de que todo era impredecible, de que nadie
estaba a salvo, que los típicos héroes de la novela de caballería, los galantes
caballeros en doradas, brillantes armaduras que salvan a la damisela en peligro
no existen en este universo es lo que aumentó mi curiosidad. Ese sentimiento de
incertidumbre que atacaba al espectador cada episodio es lo que mantuvo a
millones pegados a las pantallas con hambre de más, con el cerebro atando cabos,
imaginando escenarios imposibles, desenlaces descabellados y un deseo por
adentrarse más en el universo de Canción De Fuego y Hielo es lo que nos orilló
a millones a comprar los libros, a entrar en el universo que Martin imaginó.
Mediante la serie avanzaba, su popularidad crecía a millares y ganaba adeptos
alrededor del mundo. Al mismo tiempo, y según la opinión de varios, la calidad
de la serie fue menguando desde el punto en que los productores rebasaron los
libros y debieron tomar decisiones a tientas. Apresuraron todo, y terminaron
por finalizar la historia de una manera que no fue convincente para todos, de
una manera que a muchos no les gustó y les hizo derramar la bilis y lanzar improperios
durante una temporada que en verdad fue muy vituperada y que, a los ojos de muchos,
traicionó la esencia de la historia. A aquellos que son fans de los libros, solo
les aumentó la expectativa por esperar el final de la historia tal y como lo
imaginó el tío bonachón con una imaginación retorcida y que ha de oler a miel de
maple. HBO planea varios spinoffs y se rumora que para Casa Del Dragón George
R.R. Martin estará más involucrado que en el monstruo que crearon David Benioff
y D.B. Weiss. A pesar de ser una buena noticia, al mismo tiempo es desalentadora
porque significa que tendrá menos tiempo de trabajo en los libros, y por lo
tanto el libro más esperado de los últimos diez años seguirá sin ver la luz, y
es cuando llega uno a plantearse si es que logrará terminar la historia…
lamentablemente Martin no se hace más joven.
Ya son diez años del estreno de la serie, y el fenómeno que
fue Juego De Tronos, el parteaguas que representó la historia y cómo cambió al
manera de hacer televisión, cómo atrajo espectadores ajenos al género fantástico,
ese sentimiento de incertidumbre, el saber que nadie en verdad estaba a salvo, y
el que siguieran la primicia, a pie juntillas, de que si estábamos esperando un
final feliz no estábamos prestando atención, le da un lugar muy especial a la
serie dentro de la reducida lista de las mejores producciones televisivas de la
historia. Lo que se logró, independientemente de la opinión que se pueda tener
de la temporada final ya quedó escrito en los anales de la historia, feliz
aniversario de hierro, Winter is coming.
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